domingo, 5 de agosto de 2007

a E.M.

a E.M.

La noticia me despertó, y como un músculo hecho tenso, busqué la tranquilidad del espacio vacío. Recordé lo que sentía, así que respiré de nuevo -nunca lo dejé de hacer- y volví a lo inevitable. Hacía ya tres años que las noticias no me provocaban tanta indiferencia emotiva, tantas contradicciones, tantos conflictos. Hacía ya un segundo que el ente-etéreo-nunca-terrenal hbaía dejado de soplar y escupirnos, a nosotros, viscerales hormigas de sus labios. Cuando él quiera, cuando él lo sienta correcto. Y como el fuego es cosa del diablo, dejé de preocuparme. Nuestra piel minimizada, nuestra piel ridiculizada. Un chillido silencioso humedece mis ojos. Un llanto imaginario humedece mis manos. Entonces fue cuando decidí ir.
Con la noche como mi cómplice y mi padre como carruaje, avancé a través de la húmeda tierra -bastaría culpar a las lágrimas-, mientras era agredido por el olor del copal. Las miradas me cuestionaban. Las miradas me agradecían. Las miradas de aquellos que me importaban. A la par de mis pulmones, que respiraban lo que todos y nadie, escuchaba los cánticos hipnotizantes, masificantes. "¿Quién vibrará?" -pensé- "¿Quién detendrá su aliento?".Y atrás de mí, retadores, con su aliento despedazado, niños de pequeños pies se unían a los pequeños gritos, risas y sonrisas. No tienen porque saberlo. No tienen porque conocerlo. No tienen porque comprenderlo. Todavía te debo un faro. 2002

No hay comentarios: