lunes, 30 de julio de 2007

Misiva perdida a un niño que se alimenta de mi voz

Desde los bordes de mi bien, te saludo. Te grito. Tú, besador de nubes, sucio ramillete-carcajeante de nervios. Sé que estás ahí (en el escondite perfecto). ¿Tienes alguna idea de lo que hemos logrado? Ahora, el sol da a luz y las crisálidas son de cabellos. Con tu viento, las venas salen a jugar y los miedos de las niñas asépticas son de plástico.

Conozco tu felicidad, estas vidas son para ti. Son tu alimento, tu sed de necio. Por los corazones que restan por tocar, por la ironía de los espejos, por los huesos tejidos, por el brillo de las espinas, nos deseo bolsas de emoción.

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